Puedo decir que soy una mujer
guapa, tampoco soy la Scarlett Johansson chilena, pero estoy segura de quien
soy. No digo esto para quebrarme, por favor no me imaginen caminando en cámara lenta
y el pelo al viento con la canción “Crazy de Aerosmith”, no se trata de eso. Lo
escribo sobre el hecho de que nunca me ha faltado perro que me ladre. Cuando
era más chica no faltaba el mino bonachón, de buenas intenciones, el clásico mino
para casarse, lindo, bien vestido, ¿atractivo? sí, pero ese tipo de hombre es
justamente el que no queremos, no perseguimos eso, lo fácil, es como un perro
fiel esperándote en la puerta de tu casa, lo miramos y decimos pucha, pobre
cabro, y debe darse el trabajo de estar meses ahí para tenerte.
No, a mí me gustaba el mino malo,
el que jamás me pescaba, claro que nunca me manifestaba ante ello, porque osea,
pensaba que tenía posibilidades cero, y me ponía en modo “no estoy ni ahí” de
puro miedo, pero al final el con el sencillo hecho de ignorarle o de ir y
venir, también caía sólo a mis pies, ¿Por qué? Porque siempre queremos tener lo
que no podemos.
Cierto día, vi a un mino, no, no
un mino, era el mino, de pelo largo, malo, como me gustan a mí. No era
cualquier cosa, era el diablo en persona… malo. Estaba, fumándose un cigarro
con sus jeans ajustados y la otra mano en el bolsillo, apoyado en un poste de
luz. Yo venía con mis amigos y para mi sorpresa, llamó a una amiga y nos invitó
a salir y mientras venía hacia nosotros, ahí sí puedo decir que pueden imaginárselo
caminando en cámara lenta con la canción “Cryin de Aerosmith”. Como ya les
mencioné, no solo era atractivo ante mis ojos, además era interesante, y músico.
Yo noté que le gusté desde el primer día, pero no estaba segura, por que
continuamente me ignoraba, entonces utilicé el modus operandi de siempre, la
estrategia infalible y no calculada: morirme de susto. Aterrada, como cuando
ves ese vestido que te quedaba tan bien hace unos meses y compruebas que al ponértelo
no cierra bien, y cuando lo logras, tu guata resalta como un hippie en una
fiesta rockera, o como las cejas de un flaite. Entonces yo también lo ignoraba.
¿Qué pasó?, al final tanto le
intrigué al susodicho, que me buscó hasta que me encontró, y yo #másfelizquegüachacatomándoseunpipeño.
Pero también tengo esta otra
historia, otro chico malo, como ya me había pasado antes con niños malvados, lo
ignoré, pero esta vez no por miedo, sino que él se las sabía por libro, y yo me
decía a mí misma; Ja! yo ni tonta ni perezosa, no caigo en las redes de un
pescador de chicas ingenuas. Pero a la verdad era como una aparición ante mis
ojos, lo veía y era como una luz andante, como que casi me adormecía, pero yo estoica
como una faja para vestidos de matrimonio, conteniendo todo, aguantando la
respiración para que no se notara ni un rollo.
Era como un imán, aún no logro
explicarme por qué, pero cuando por fin se me insinuó, me dije a mi misma, le
voy a dar de su propia medicina, y ¡plaf!, el tipo en cuestión era mejor
jugador que yo. Después ahí andaba yo, babosa, porque si bien la estrategia de
la receta médica del rechazo funcionó por un par de meses, luego ya caí redondita
ante sus pies, porque el maldito cerdo me ignoraba, pero no tengo nada
contra el bastardo , de hecho ya superé la situación, no lloro sola en
mi pieza escuchando “Que lloro de Sin Bandera” cada vez que miro sus fotos, de
verdad, estoy completamente sana.
Pero, ¿Por qué nos ocurren este
tipo de situaciones?, como el clásico de toda mujer “El #amigoSprite” o el de la Friend Zone, está ahí justamente porque no
te puede tener, esperando a que en algún minuto lo miremos con otros ojos, a
que le digamos tu eres el hombre que siempre busqué y estuviste aquí, he sido
una tonta. Seamos sinceras, eso no pasará, la única forma en que ese milagro suceda,
es que de repente, así, de golpe y porrazo te deje de pescar, entonces volvemos
al juego. Y a este, ¿Qué le pasa? Y ahí empezamos a verlo con otros ojos,
mientras más nos ignora, más queremos que vuelva.
En definitiva, los seres humanos
somos extraños, cuando está “la chancha tirada” no queremos la chancha, pero si
la marrana huye de ti, ahí nos ponemos como el Chavo del ocho pensando en una
torta de jamón, nada más delicioso e inalcanzable, y soñamos cada noche con que
sea nuestro. ¿A quién no le ha pasado?